sábado, 21 de enero de 2023

CUENTOS NAVIDEÑOS

 LA CAJA DE HERRAMIENTAS


    Son las 8 de la tarde y el señor Martín acaba de cerrar la puerta de su negocio. Es una tienda de las que llaman “de barrio”. Él ha tenido más suerte que otros comerciantes de la zona, que han ido perdiendo su clientela por culpa de los grandes centros comerciales de las afueras de la ciudad.

    Hoy ha sido un día ajetreado. El señor Martín ha recibido el pedido que suele llegar por estas
fechas próximas a la Navidad. Ha estado llenando el escaparate y las estanterías con todo tipo de juguetes y adornos navideños. Y se marcha a casa cansado pero satisfecho, y además sabe que le esperan días de mucho trabajo.

    Lo que no sabe, ni se imagina, es lo que ocurre en su tienda cuando él se marcha. Esos objetos
navideños que ha estado colocando con tanta paciencia y cariño, ¡cobran vida!

    Hay juguetes que vienen de diferentes partes el mundo y se conocen cuando llegan a esta tienda. Cada uno tiene su historia y hace amistad con todos los demás. Y cada uno demuestra sus habilidades. Los saltimbanquis de madera hacen saltos acrobáticos, las Barbies hacen desfiles de moda y los coches pasean a otros juguetes por toda la tienda. Todos están ilusionados y nerviosos pensando en el día que algún cliente los compre y se los lleve a alguna casa, y pueda divertir a algún niño.

    Pero el mejor momento llega antes de irse a dormir. Cuando el viejo abeto del escaparate, que ha estado en la tienda desde que se abrió, les cuenta una de sus antiguas historias navideñas.
El viejo árbol, alumbrando la oscuridad con sus luces, llama a todos los juguetes para que se
sienten cerca de él y empieza a hablar:
“Hola a todos, quiero daros la bienvenida a la tienda del señor Martín. Esta noche os quiero
contar un cuento navideño llamado La caja de herramientas.
    Hace mucho mucho tiempo, llegó a esta tienda una joven cajita de herramientas de juguete, llena de tornillos, tuercas, un martillo, alicates, llave inglesa…
El señor Martín la colocó en el escaparate, al lado de otros juguetes. Tenía mucha ilusión por
divertir a los niños y estaba siempre atenta a los que pasaban y miraban el escaparate. Se imaginaba que pronto llegaría alguien que la iba a comprar para regalarla y hacer feliz a un niño.

    Pero el tiempo pasó y pasó y no hubo nadie que la comprara, ni ese año ni los años siguientes. Su ilusión y alegría se fueron apagando y llegó un momento en que no le apetecía ni oír mis historias. Vivía triste y apagada porque año tras año, los juguetes se iban marchando a diferentes casas y se quedaba sola conmigo cuando llegaba la noche de Nochebuena. Sentía que era un juguete inútil y pienso que dejó de creer en el espíritu navideño.
    Sin embargo, yo estaba convencido de que todo cambiaría algún día. Y así fue.
    Una noche de Navidad, mientras intentaba consolarla contándole una de mis historias, oímos un
estruendo enorme en la calle. Ya era muy tarde; de madrugada. Miramos hacia la calle y vimos a un
hombre alto, con barba blanca que se acercaba hacia la tienda. Detrás de él, entre la niebla se veía
resoplar a unos ciervos. No podíamos creer lo que estaba ocurriendo. Este hombre se acercó al
escaparate y miró fijamente a mi amiga, la caja de herramientas. Y vi como su mirada y su cara se
llenaban de alegría. Se giró y le habló a los ciervos.
- Ya tengo la solución – les dijo con acento raro.
Se volvió otra vez hacia el escaparate y le dijo a la cajita:
- Por favor, tienes que ayudarme. Mi trineo está averiado y necesito arreglarlo. A estas horas no
hay ningún taller abierto y tengo que repartir un montón de juguetes.

    No podía creerlo, aquel hombre tan raro era Papá Noel. No sé como lo hizo pero entró en la tienda y cogió a mi amiga para poder arreglar la avería. Usando sus herramientas reparó su trineo y siguió su camino. Pero…..¿Qué creéis que ocurrió con la caja de herramientas?

    Que se marchó con él para ayudarle cuando lo necesitara. Y así mi amiga, la pequeña cajita, sintió por fin que era útil y que colaboraba para hacer felices a los niños, ayudando a repartir los regalos”

    Y así termina la historia del viejo abeto, con los juguetes emocionados a su alrededor y él les
desea buenas noches apagando poco a poco sus luces y susurrando una frase…”Nunca pierdas la ilusión”

Mª Ángeles Lucena Pozo, 4º ESO C

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